SECCIÓN: CONTINENTES FÍLMICOS

El cine amateur de Jorge Bedoya Forga

Ilustracion

Pionero en el Perú del cine en 8mm

Primera entrega (1932-1940)

Programación: Edward De Ybarra

Jorge Bedoya Forga nació en Arequipa el 10 de junio de 1902 y falleció en Nueva York el 11 de junio de 1968, a la edad de 66 años.

Filmó por lo menos durante dos décadas varios rollos de película de 8mm, formato también llamado “Cine Kodak Eight”, “8 Estándar” o “Doble 8”. Película sin sonido que medía 16 mm y estaba compuesta por dos hileras paralelas y unidas de película de 8mm. Cuando se filmaba se debía hacer en dos pasadas, primero se exponía la mitad del ancho de la película y luego se reacomodaba el rollo en la cámara para exponer la otra mitad. Tras el revelado, la película se cortaba a lo largo por la mitad y se empalmaba formando una sola tira de 8mm de aproximadamente 3 minutos de duración.  

Este formato fue lanzado por Eastman Kodak en el año 1932, para uso doméstico y con el fin de poner al alcance de una clase acomodada la posibilidad de hacer películas familiares. Jorge Bedoya Forga pertenecía a la clase alta arequipeña de aquel entonces y contó con los recursos para adquirir una cámara filmadora y película de 8mm, aproximadamente desde el mismo año en el que este formato fue lanzado al mercado. Esta conjetura se sustenta en la identificación de los sucesos que quedaron registrados en sus películas y en las marcas marginales de algunas de ellas que indican que fueron fabricadas en el año 1932, para ello tuvimos como referencia la guía que tiene KODAK para identificar el año de fabricación de sus productos.  

El doble 8 se convertiría en uno de los formatos de cine más populares a nivel mundial, junto al 16 mm, al 9,5 mm y al Super 8 (su sucesor). Estos formatos fueron llamados sub-estándar, entendiendo como estándar profesional el 35 mm; por esta categorización el cine en estos formatos usualmente fue considerado no profesional, amateur, aficionado, casero o familiar.

La fácil portabilidad de las cámaras de 8mm (que usualmente eran pequeñas, podían funcionar a cuerda y eran simples de accionar) suscitaron prácticas audiovisuales desconocidas hasta entonces, que se expandieron, se generalizaron e influenciaron de manera importante el devenir del cine en las décadas siguientes. Los dispositivos portátiles de ahora y la manera de grabar con ellos descienden en gran medida de formatos como el 8mm. Por estos motivos se hace necesario reconocer y valorar su importancia en la historia de las imágenes en movimiento que forman parte de nuestras vidas y de los imaginarios del pasado y el presente de nuestras sociedades.

Para reforzar estas conjeturas replicamos y transcribimos algunas ideas del investigador y programador estadounidense Richard Peña, expresadas el 18 de marzo de 2022 en el seminario “El público del futuro”, como parte de su conferencia magistral “Mutaciones y cine de vanguardia, movimientos del cine experimental”:   

“Las salas de cine no son más que una pequeña rama de la realización y proyección de películas, que durante los años han representado al todo. Nuestra fascinación por las salas de cine y los productos / objetos que se proyectaban en ellas han empañado nuestra capacidad para ver y evaluar la gama completa de dispositivos de grabación y proyección de películas. La compleja historia de las cámaras y proyectores cada vez más pequeños y livianos ha sido relegada durante mucho tiempo a las márgenes de la historia del cine. Sin embargo, por su gran número, varios tipos de cámaras y proyectores portátiles han eclipsado fácilmente el arquetípico equipo de películas en 35 mm; además estos dispositivos cada vez más portátiles han permitido que surjan formas que no solo eran más extensas sino que en realidad eran distintas del cine teatral.”

En estos términos podemos valorar a Jorge Bedoya Forga como un pionero en el Perú del cine en 8mm y, por lo tanto, un iniciador de prácticas cinematográficas diferentes a las del cine en 35 mm que por entonces se hacía en Lima; que era un cine predominantemente de ficción y fuertemente influenciado por narrativas provenientes del teatro convencional. Esta cinematografía limeña quiso establecer una industria en los años 30 y 40, pero para la década siguiente prácticamente había desaparecido. Este periodo ha sido llamado “La Época Dorada del Cine Peruano” por investigadores como Violeta Núñez Gorritti.

Lo que se conserva de la obra de Jorge Bedoya Forga, gracias al cuidado de su familia, se despliega en decenas de rollos que podrían dar forma a un potencial archivo que por el momento no tendría parangón con ningún otro archivo conocido en el Perú. Esta muestra reúne una selección de 10 películas que filmó aproximadamente entre 1932 y 1940. Han sido catalogadas y fechadas provisionalmente para esta muestra. Para ello nos hemos  guiado de: las marcas marginales de las películas que indican el año de su fabricación; los datos consignados en las cajas o latas donde se han conservado los rollos; conversaciones con Alejandra Bedoya, nieta de Jorge Bedoya Forga, que ayudaron a identificar algunos sucesos filmados que fueron claves para confirmar las fechas; y finalmente revisiones del material acompañadas del historiador arequipeño Jorge Bedregal la Vera.    

En su obra hallamos una heterogeneidad de registros que se entretejen espontáneamente sin estar sujetos a los cánones del cine teatral, ni a limitantes argumentos narrativos y tampoco a propósitos de visibilidad pública o comercial. Como amateur o aficionado que era creemos que se dejó guiar por la intuición, el deseo y la experimentación. Filmó vistas documentales de ceremonias cívicas y actividades sociales de la Arequipa que habitó. En ese aspecto su obra tal vez no se distanciaría mucho de las “vistas del natural” que se filmaban en el Perú desde años atrás en 35 mm y que se proyectaban en los cines de aquel entonces. Al respecto, Ricardo Bedoya anota lo siguiente en su libro “100 años de cine en el Perú: una historia crítica”:

“La producción regular de películas documentales filmadas en el país se inició con la fundación de las empresas exhibidoras. Fueron ellas las que decidieron agregar como complemento a sus “tandas”, o funciones de cintas extranjeras, imágenes tomadas en el país de sucesos de actualidad, dotadas del atractivo de lo inmediato. Pero también se inclinaron a mostrar tenues escenas de la vida cotidiana, de los paseos, las fiestas y los carnavales. Dos vertientes del documental, la informativa-periodística y la meramente ilustrativa, a la manera de una crónica de sucesos habituales, se impusieron desde aquellos años iniciales.

(…) Esos episodios, registrados en celuloide hoy perdido o quizás definitivamente deteriorado, son parte de la historia peruana del siglo veinte.  

(…) De esa asociación entre los negocios de la exhibición y la producción cinematográficas surgieron, entre 1909 y 1919, vistas que diseñaron una crónica urbana detallada, un catastro pletórico de inauguraciones, funerales de personajes y efemérides de variada índole, como ceremonias cívicas o religiosas. Los documentales de esos años fueron filmados sobretodo en Lima. Hubo pocos intentos de acudir a la provincia, como ocurrió en años posteriores, para evocar el pasado incaico, registrar sus vestigios o admirar la inmensidad amazónica. El cine cumplió entonces una función informativa, de difusión de actividades y acontecimientos.

(…) Algunas cintas se proyectaban sin alteraciones, sin edición, tal como habían sido entregadas por el laboratorio. “      

Extraigo solo algunos fragmentos de las afirmaciones de Ricardo Bedoya que considero reveladoras en función a las formas documentales que hallamos en las películas de Jorge Bedoya Forga, a las cuales podríamos aplicar varias de estas afirmaciones, aunque es necesario anotar algunas diferencias importantes.

Si bien Jorge dejó muchas muestras de su deseo documentalista es probable que sus “vistas” no hayan sido filmadas con el fin de ser exhibidas públicamente y solo fueran accesibles para un círculo de familiares y amigos cercanos, no obstante, ello no les resta valor y más bien da cuenta de las experiencias alternativas de exhibición que suscitaba el 8mm. Dicho sea de paso, la familia aún conserva un proyector de 8mm y un ecran portátil que habrían pertenecido a Jorge.

Otro dato importante a resaltar es que su obra se ha conservado gracias al valor que tiene para su familia, a diferencia de mucho cine documental peruano de la primera mitad del Siglo XX, que lamentablemente ha desaparecido.

También hay que destacar que Jorge filmó principalmente en Arequipa y lo que filmó fueron experiencias de un sector social del que formaba parte y que podía ver de cerca. Esto lo estaría situando como un pionero del cine peruano hecho fuera de Lima, llamado posteriormente “cine regional”.

A este tipo de registro “documental” corresponden sus filmaciones del antiguo aeropuerto de Arequipa, la irrigación Siguas, la hidroeléctrica de Charcani, una pelea de toros en Sabandía, los carros alegóricos del carnaval o un evento de clavados en las antiguas piscinas de Tingo. Todos estos lugares son emblemáticos para Arequipa y muy importantes en su historia o tradición.  

Como es natural en el 8mm, el registro de tipo autobiográfico, familiar o íntimo es otro de los predominantes en la obra de Jorge Bedoya Forga. Un tipo de registro que en su caso se acrecienta y acentúa desde la segunda mitad de los años 30, años en los cuales nacerían sus hijos Andrés y Esteban, que habrían sido muy deseados por él y su esposa, Rosa Ugarteche Montesinos.

Jorge filmó con dedicación a sus hijos, desde sus primeros días de vida, y empalmó película de distintos años para recopilar diferentes filmaciones de ellos, llegando a elaborar incluso títulos con sus nombres. Ello nos revela su especial cariño por este tipo de material y su capacidad de montar película con la ayuda de una empalmadora de 8mm que aún se conserva. Para este tipo de registros empieza a usar también película a color, fabricada a fines de los años 30, antes de ello usó principalmente película a blanco y negro. Es importante destacar también que en varios momentos de estos registros familiares él aparece en la película, por lo cual podemos deducir que en muchos de esos instantes habría sido su esposa Rosa la que cogió la cámara y filmó. Cabe indicar que en estas filmaciones de corte familiar también quedan registrados importantes lugares del imaginario arequipeño, como las playas de Mollendo o el Castillo Forga.            

Otros tipos de registro que podemos identificar en la obra de Jorge Bedoya Forga, breves pero significativos, son chispazos de ficción, experimentaciones espontáneas o juegos con la cámara. Es así que encontramos escenas claramente actuadas, muecas exageradas, desapariciones cinematográficas o decisiones llamativas como cuando filma rostros a una velocidad inusual, una serie de tomas del mar de Mollendo a través de ventanas o cuando se queda observando por varios segundos el movimiento de las olas del mar. Estos momentos nos dan señales de una mirada sensible a las posibilidades del cine y nos llevan a reconocer en Jorge Bedoya Forga a un realizador que también experimentó constante y libremente con la cámara.      

Esta muestra es apenas un primer acercamiento a la obra de Jorge Bedoya Forga, un primer paso en la recuperación de su archivo con el cual esperamos seguir colaborando. Y es principalmente una incitación a revalorar el cine peruano hecho en 8mm, muy poco estudiado, investigado y conocido hasta el momento. Sobretodo consideramos de especial importancia aquel cine realizado de manera descentralizada en distintas regiones del país que podría dar cuenta de un conjunto importante de obras en 8mm y Super 8 que serían antecesoras del llamado “cine regional”, el cual cogió impulso en los años 90 y en sus inicios se hizo también en un formato considerado casero y sub estándar como el VHS.

Dentro del poco explorado universo del 8mm en el Perú, podemos situar a otro pionero del cine peruano como lo fue el loretano Antonio Wong Rengifo (1910 – 1965), quien habría filmado también en este pequeño formato. Actualmente se viene desarrollando un proyecto de preservación de su obra que incluye algunos rollos de 8mm, según nos informó Roger Neira, uno de los gestores de este proyecto.  

Otro realizador importante fue Víctor Campos Ríos, fotógrafo y promotor del carnaval cajamarquino nacido curiosamente en 1932 y fallecido en 2019, quien dedicó buena parte de su vida a capturar las fiestas tradicionales y celebraciones de Cajamarca, entre 1970  y 2006. El Instituto de Etnomusicología de la PUCP conserva parte de su acervo, en el cual se cuentan varios rollos de 8mm y Super 8. Recientemente el proyecto multimedia “Las cruces de Porcón”, dirigido por Gabriel Tejada, viene recuperando y compartiendo parte de su legado.

En la Amazonía peruana se desarrolló en 1972 el “Proyecto Audiovisual Shipibo”, en el cual participaría José Roque Maynas, Inin Sheka (“Olor fragante”), considerado el primer cineasta indígena amazónico del Perú y fallecido a inicios de 2021. Dicho proyecto fue liderado por el holandés Tom Arden y en este participaron 04  indígenas amazónicos de Pucallpa que filmaron aproximadamente a lo largo de un mes en distintas locaciones de esta ciudad, para ello a cada uno se le entregó “una cámara Sankyo de 8mm, micrófono y grabadora de audio para lanzarse a la cancha de la aventura fílmica”, según afirma el investigador Fernando Valdivia en un artículo dedicado a la historia de Inin Sheka, donde también cuenta lo siguiente: “Entre los cuatro noveles cineastas lograron filmar 24 rollos de 3 minutos cada uno, rollos que se enviaron hasta Holanda a revelar. (…) José, quien no contó con asesor alguno durante el proceso de filmación, fue el único en cumplir con las imágenes planificadas, incluso –afirma orgulloso- en Holanda no creían que él las había filmado”.

Otro realizador importante fue el ancashino José Ríos Cancino, fundador de Cancino Films, que trabajó durante casi cuatro décadas atesorando imágenes de la ciudad de Huaraz, a manera de un cronista visual. Su obra en Super 8 y 16 mm llega casi a los seis mil pies, según testimonio de su hijo, José Ríos Vásquez, que trabaja actualmente en un proyecto de restauración y preservación de la obra de su padre.

El caso de José Ríos Cancino es muy valioso porque fue uno de los pocos cineastas peruanos que presentó obra en el importante “Festival Internacional Del Nuevo Cine Super 8 De Caracas”. Su cortometraje “Terremoto en Ancash” participó en 1978 en la tercera edición de este importante evento, pionero en su tipo a nivel mundial, donde participaron activamente cineastas como el venezolano Diego Rísquez, autor de la película “Bolívar, sinfonía tropikal (1980)”, la primera cinta filmada en Súper 8 en ser seleccionada para la Quincena de Realizadores de Cannes.   

En septiembre de 2020 el investigador y cineasta peruano Nelson García publicó en sus redes sociales una entrevista que realizó a José Ríos Cancino en 1973 y que hasta ese entonces había permanecido inédita. En un breve texto que da contexto y antecede a la entrevista, Nelson García afirma lo siguiente:

“Ya el Presidente Velasco había promulgado la primera Ley de Cine (la 19327), y ya se habían comenzado a exhibir los primeros cortos y largos peruanos. La ley exigía la exhibición de todo cine nacional hecho en 35 mm. El cine de 8 mm no tenía la más mínima posibilidad de acogerse a ese beneficio. O sea el sueño de don José de que se viera su trabajo no era posible. Lo sé porque en esa visita a la revista y en la conversación que tuvimos me hizo sentir su frustración. Por mi lado yo preparaba mi primer corto en 35 mm y ya soñaba con que se viera en las salas de cine. Conocer a alguien que solo concebía el cine en 8 mm., me parecía irreal, extraño.”

Este fragmento explica mucho acerca de los motivos y paradigmas que han conducido al desconocimiento, menosprecio o negación del cine peruano hecho en 8mm, además revela la razón por la cual las revistas peruanas de cine de aquel entonces rechazaron publicar esta entrevista. En una parte de esta José Ríos Cancino dice lo siguiente:

“He constatado que existe en el Perú toda una gran producción amateur, como yo, que trabajan en 8 mm. En especial en Tumbes, Cajamarca, Tacna, y otros departamentos donde he encontrado muchos aficionados al 8 mm., en especial de las ciudades fronterizas, con buenas cámaras filmando todo lo que sucede en su zona. Cuando he llegado a estos lugares con mi película del terremoto, estos aficionados se me acercaban y conversamos de nuestros filmes. Me los mostraban. He visto bonitos documentales en Cajamarca, Cusco y la selva, más interesantes que esos cortos que hacen en Lima, en 35 mm, que se van de viaje y regresan con documentales sin sustancia. Los cineastas de 8 mm del interior viven ahí, junto a su pueblo y lo conocen. No improvisan. Además difunden cine en lugares donde no hay cinematógrafos, en comunidades campesinas, en centros mineros, aldeas de pescadores. Incluso hemos intercambiado documentales de nuestras zonas (…)”

Leída desde el presente esta declaración es una tremenda interpelación que nos lleva a reconocer lo mucho que aún falta por investigar y escribir acerca del cine peruano.

Finalmente, con la intención de entretejer expresiones sonoras contemporáneas con las películas de Jorge Bedoya Forga, los 10 rollos que presentamos en esta muestra han sido sonorizados por Jaime Pinto Llosa (Tacna), Yankarlo Quiroz (Tacna), Mauricio Banda  (Arequipa), Christy Herrera (Lima), Andrés Cisneros (Lima) y quien escribe. Les recordamos que estas filmaciones originalmente no cuentan con sonido, lo cual nos brinda la posibilidad de hacerlas dialogar con creaciones sonoras del presente. No obstante, si desean verlas silentes, bastaría con silenciar el audio de cada pieza.

Quiero agradecer a Alejandra Bedoya por brindarnos la confianza y permitirnos mostrar parte de la obra fílmica de su abuelo de manera pública y online. Y también quiero agradecer a las personas e instituciones que hicieron posible la digitalización de estas 10 películas, como son: Lima Loop Lab, Efraín Bedoya Schwartz, Marco Panatonic y el dedicado equipo de Corriente.

Disponible del 03 de mayo al 30 de noviembre

Películas

(Para ver las películas solo basta hacer click a cada una de las imágenes.)

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RECORDAR A JORGE BEDOYA FORGA

Por Alejandra Bedoya

Mi abuelo murió cuando yo estaba por cumplir los cuatro años. Le dio cáncer y viajó con mi abuela a los EE.UU. para intentar curarse. Jorge murió en un hospital de Nueva York al día siguiente de su cumpleaños 66. Mi abuela regresó sola a Arequipa, con mi abuelo dentro de su ataúd en el portaequipajes del avión. Él esta enterrado en algún nicho en el cementerio de la Apacheta. Mi abuela Rosa lo sobrevivió diez años. Estuvo en este mundo seis meses después de la muerte de su esposo. Al séptimo mes, perdió la cabeza de una semana a la otra. Artereoesclerosis galopante se le llamaba entonces. Hoy, demencia senil o alzheimer.

No sé cuánto tiempo permanecieron en Nueva York, pero alguna vez escuché que varios meses, más de un año. Pienso que desapareció de mi vida cuando yo tenía tres años o menos. Tengo una foto en blanco y negro donde salimos solo él y yo tomados de la mano. Él, gigante. Yo, enana. Estamos parados al costado de la laguna de Tingo. Tal vez fue nuestra foto de despedida.

Entonces, ¿cómo puedo recordar a mi abuelo? Mi abuela Rosa vivía en las nubes y jamás hablaba de él, solo preguntaba por él. No recuerdo que me cargara ni que jugara conmigo. Ni siquiera recuerdo haber estado con él en Tingo. Pero hay algo raro: lo he sentido durante toda mi vida como una nube borrosa de amor incondicional. Amor de Jorge y amor de la Rosa lúcida. Evidencia: cuatro tomos de unas enciclopedias hermosas garabateadas por mí y por ellos.

Los “recuerdos” que tengo fueron plantados en mi cabeza durante las sobremesas o tomando té en casa de mis tíos abuelos o por mi papá o por mi tía abuela Gaby que vivía en la casa vecina y era como una abuela extra. Otras personas me revelaron otros “recuerdos” en voz bajita, como un secreto que no debía repetir. Esto es todo lo que sé y recuerdo:

Cuando Jorge era niño vivía en “El Huayco” con su familia. Los seis hermanos fueron educados por una profesora escocesa y hablaban perfectamente el inglés. Escuché decir en susurros que su madre, Francisca, era “volteriana y anticlerical”, o sea: comecuras.

“El Huayco” fue una de las primeras fábricas textiles del Perú, fundada a inicios o mediados del siglo XIX por su abuelo o bisabuelo materno, Miguel Forga Barnach. Está ubicada cerca de Congata y aún quedan las ruinas. Entre 1905 y 1920 – las fechas son tentativas – el padre de Jorge fue el gerente o administrador de “El Huayco” pues estaba casado con Francisca Forga, hija o nieta del dueño. Casi todo el resto de la familia Forga se fue a vivir a Suiza o a Barcelona y a lo grande. Eran millonarios. Recibían millones desde Arequipa. Tan millonarios que ni siquiera leían las cartas que les enviaba el padre de Jorge pidiendo repuestos o nueva maquinaria. Nunca hubo dinero para reparaciones ni para nuevas máquinas. La fábrica quebró y tuvieron que venderla o rematarla. Como recuerdo de los Forga quedan “el castillo Forga” de Mollendo y la pileta de mármol en la plaza de Santa Marta.

En algún momento entre 1920 y 1923, toda la familia Bedoya Forga migró a Los Ángeles, California. En susurros me contaron que, al partir, Francisca escupió sobre el suelo arequipeño y dijo “espero no volver nunca a esta tierra cucufata”. Vivieron en Los Ángeles alrededor de ocho o diez años. La familia padeció el crack financiero de 1929 y, pocos años después, regresaron a Arequipa. Jorge se casó con mi abuela Rosa y tardaron mucho en tener hijos.

 

A continuación, les doy una lista de datos y opiniones escuchadas:

  • “Muy educado, galante, amiguero, chistoso y muy alegre”
  • “Él y todos los Bedoya adoraban a los EE.UU.: su cultura, el cine, los libros, el estilo de vida”
  • “Los Bedoya Forga eran muy unidos pero también se peleaban a puñetazo limpio. Se amistaban rápido”
  • “Engreía mucho a sus hijos: cuando tomaban la mamadera, Jorge les pasaba películas de dibujos animados en el techo de su cuarto”
  • “Tu abuelo, alguno de sus hermanos y un par de amigos apedrearon la imagen de una santa que estaba protegida por vidrio en la esquina de La Merced y Tristán. Salían borrachos de una fiesta” (en susurros)
  • “Trabajó en el Tranvía Eléctrico, era el gerente”
  • “Cuando tu abuelo Jorge te bañaba en la tina, te hablaba en inglés para que aprendieras rapidito”
  • “Sus amigos y sus esposas lo adoraban”
  • “¿Eres nieta de Jorge? Tu abuelo fue el hombre más cariñoso y bueno que conocí cuando pasé por Arequipa”
  • “Me llamo Jorge Bedoya. Para que no me olviden, mi apellido es BED-OH-YEAH! (cama-oh-síííí!)”

Es una lástima no tener ahora más información. Estoy segura de haber sabido más cosas pero he olvidado mucho… los años pasan y nuestro disco duro se llena con tantos datos que, sin querer, algunos desaparecen o quedan olvidados dentro de carpetas que están dentro de otras carpetas que están dentro de otras y otras. Pero esa nube borrosa de amor está ahí, hasta hoy.


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