Recordando a José Ríos Cancino
Por José Ríos Vasquez
Mi padre fue deportado en los años cincuenta a Panamá producto de su militancia en un partido político muy en boga en aquellos años. Era dirigente sindical, al cabo de muy poco tiempo el partido se olvidó de él y tuvo que subsistir de múltiples maneras, una de ellas fue trabajar en todos los oficios de un cine hasta llegar a proyeccionista. Este oficio le permitió regresar país tras país hasta llegar a Ecuador y posteriormente a Tumbes.
Ya en Perú, por azares del destino y probablemente el matrimonio con mi madre, empieza a trabajar en la segunda etapa de la construcción de la central hidroeléctrica del “Cañón del Pato”, en Huallanca, un lugar de una orografía impresionante donde se encuentran a escasos metros la Cordillera Negra y la Cordillera Blanca, al final del callejón de Huaylas. Esta notable obra de ingeniería fue ideada por el sabio Santiago Antúnez de Mayolo.
A esa obra llegaron a trabajar más de mil personas, que superaban con creces a los habitantes del pueblo, y la única distracción que tenían los trabajadores los fines de semana era embriagarse en la tienda bar de “don Juanito”, que tenía una radiola y abundantes conservas, desde portola hasta calamares. Esa circunstancia hizo que mi padre, que laboraba como electricista de alta tensión, ideara la creación de un cine para mejorar la distracción de los trabajadores. Esta idea fue tomada primero con escepticismo por la “Gerencia”, llamada la “plana alta” en aquel entonces, que luego de cavilar un buen tiempo decidió hacer suya la idea, ante la sorpresa de todos. Mi padre, para quien no había imposibles, ayudado por el sindicato logró luego de un fatigoso tiempo la concesión del “Cine Hidro”. Fue tal el éxito que presentaba las mismas películas que se estrenaban en los cines de Lima, una copia en 35 mm iba a Huallanca cada vez que había un estreno.
Esta bonanza terminó con la finalización de la central hidroeléctrica, con ello todos migraron y también mi padre hacia Huaraz, una ciudad más prometedora. Para entonces ya filmaba su entorno con su pequeña cámara de 8 mm, que había comprado de un extranjero que pasó por esos lugares. Huaraz se convirtió en su personaje/ciudad desde esos años hasta que el infortunio hiciera que filmara el fatídico terremoto de 1970, las consecuencias del desastre y la reconstrucción de su personaje/ciudad. Durante casi cuatro décadas se dedicó a registrar la arquitectura de la ciudad, las fiestas tradicionales de aquel entonces y cuanta actividad importante surgiera en Huaraz.
Todo este material es parte de un patrimonio audiovisual que es necesario salvar. Y gracias a un estímulo concedido por la Dirección del Audiovisual la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO), del Ministerio de Cultura del Perú, espero digitalizar pronto este acervo. Es el gran reto a seguir.